Oasis de la Huacachina. 10 a.m. Temperatura ambiente: 35 grados. Canción de fondo en el iPod: “Love in an Elevator” de Aerosmith. El calor se cuela por los poros y el sol nos recuerda que estamos en Ica, la tierra de sol.
Con los cinturones bien abrochados partimos hacia la zona de las dunas. Conforme avanzamos aparece cada una más imponente que la otra. Unos 15 minutos después perdemos de vista todo rastro de vida.
El rugido de los areneros irrumpe con fuerza en el eterno silencio del desierto y aparecen ante nosotros paisajes de ensueño. El viento golpea las gafas y la adrenalina se inyecta conforme conquistamos las dunas.
Tras muchas subidas y bajadas veo a la distancia una duna de más de 100 metros de altura. “Es parte del paisaje”, digo. Pero también es parte de la aventura. Llegamos a sus faldas y mientras intentamos alcanzar su cima ella se empeña en ponernos obstáculos. Nuestro piloto ya la ha domado antes. La conoce y sabe por dónde seducirla. Nos alejamos de ella unos 200 metros aproximadamente, para tomar viada. Se estaciona, hace los cambios respectivos y pisa el acelerador a fondo.
Las ruedas giran si cesar levantando la arena y el arenero avanza como un potro salvaje capaz de embestir lo que cruce en su camino. La aguja del acelerador gira cada vez más rápido, el viento nos golpea y empezamos el ascenso.
Nos vamos inclinando poco a poco de tal manera que quedamos mirando al cielo, como si ya hubiera llegado nuestra hora. Pero en cuestión de segundos, llegamos al pico de una de las dunas más alucinantes de este paraíso de arena.
Desde la cima apreciamos los viñedos de Ica y hasta las montañas de Huancavelica. Una postal de ensueño. Pero esto recién empieza. El arenero se cuadra al borde del abismo y el flashback de mi vida corre lentamente en mi memoria.
No hay paso atrás. Ya estamos acá. Y para eso vinimos. Palanca de cambios en neutro y caída libre. Sudor, frío, estómago vacío. Siento el éxtasis de la adrenalina corriendo por mis venas y tengo el corazón bombeando a mil. ¡Ah! y sin manos para agarrar la cámara de video y registrarlo todo!
Sin lugar a dudas, una aventura alucinante y 100% recomendable para las personas que deseen pasar un momento inolvidable en un destino cálido y diverso como Ica, un departamento que ofrece una gran variedad de motivos para visitarla: deporte de aventura, gastronomía y cultura.
El costo para disfrutar de la travesía en los areneros es de S/.40 e incluye el paseo de dos horas por las dunas y deslizarse en tabla. Y para los que deseen empezar a practicar sandboarding, la clase de dos horas -que incluye paseo en los areneros- cuesta S/.90.
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